El mar no perdona (II y final)
- El mar no perdona (II y final)
Llegamos al Van Troi 1, municipio de Caibarién, tres meses después del naufragio. El sillón pequeño de madera aún sigue en la sala del apartamento 1 del bloque a; pero ahora está vacío. Lázaro Jiménez González, el abuelo, nos habla con un nudo en la garganta y es difícil preguntarle sobre lo ocurrido. Nunca sospechó nada de la salida de su nieta Lisbetty Alfonso Jiménez y los dos pequeños.
El 26 de febrero, cuando llegó del trabajo, estaban Quirenia Estevez Moreno y Yania Cruz Alonso sentadas en la casa. Lisbetty le dijo que iba a llevar el niño al médico porque seguía mal de la garganta.
«Ese día se despidió como siempre:
–Abuelo nos vamos, danos un beso–, me dijo y nos abrazamos fuerte. La primera noticia me la dio en una llamada Omar Figueroa Castro, pareja de Lisbetty y residente en Miami. Me explicó que los iba a sacar del país. Entonces pasaron un día y otro y otro, sin tener noticias de ellos. El 2 de marzo volvió a llamar para decirme que ya habían salido y que iban a full para Estados Unidos. Esa misma tarde mi nieta se comunicó, dijo que estaban en una casa de Cayo Hueso, pero me engañó. La realidad es que estaban en cayo Sal», rememora.

