Cuba no olvida una de las huellas más tristes del terrorismo de Estado
- Cuba no olvida una de las huellas más tristes del terrorismo de Estado
por Alejandra García Elizalde.
Mañana del 4 de marzo de 1960. Navega en la Bahía de La Habana el vapor francés La Coubre, que había zarpado días antes del puerto de Amberes, Bélgica, cargado de armamentos y municiones destinados a la defensa de la naciente Revolución.
Nadie imagina que trae dos bombas activadas entre las armas y municiones que la Isla había comprado a Bélgica. Estallarían pocas horas después de que se tomara la imagen de su arribo, publicada en el periódico Revolución, con una noticia que nadie hubiera querido dar: Cuba viviría el mayor atentado del siglo xx, perpetrado por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, que dejó más de cien personas fallecidas y 400 lesionadas.
La Revolución nunca ha dejado solo al pueblo. Los jóvenes Fidel, Almeida, Che y otros líderes de la Revolución, han llegado al puerto de La Habana tan pronto como sintieron las detonaciones, y en las inmediaciones de la rada se ha armado el campamento para atender a las víctimas, limpiar los escombros, identificar los edificios dañados, asistir a la población del lugar, que ha vivido un infierno.
Sesenta años más tarde, las imágenes siguen doliendo. Cuba no olvida una de las huellas más tristes del terrorismo de Estado. El sabotaje fue el primero de una saga de miles de crímenes organizados y financiados desde Estados Unidos.
El escritor uruguayo Eduardo Galeano, a propósito de los miles de obstáculos y agresiones que han vivido los cubanos, diría: «esta Revolución, castigada, bloqueada, calumniada, ha hecho menos de lo que quería, pero mucho más de lo que podía».
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