No habría socialismo en Cuba sin Martí y sin Marx
- No habría socialismo en Cuba sin Martí y sin Marx

Históricamente, la fauna del terror con guarida en Estados Unidos ha pretendido, y lo ha hecho, utilizar a José Martí a su conveniencia, despojarlo de su verdadero carácter y tomarlo como ente legitimador de las acciones realizadas contra Cuba.
La mencionada jauría, cuyo odio hacia nuestro país es ya enfermizo, nos acusa de antimartianos porque, según ellos, como nosotros somos socialistas y Martí no lo era, no somos merecedores de la condición martiana.
Los recalcitrantes enemigos de la Revolución enarbolan un supuesto antisocialismo en Martí. Para ello acuden a textos martianos que toman para sí y, como es de esperar, tergiversan, descontextualizan y alteran las ideas contenidas en ellos.
De esta manera especulan sobre un Martí que estaría en contra del socialismo en Cuba, y ello justificaría la hipótesis que han pretendido legitimar, en la que algunos han creído a ciegas que traicionamos al Apóstol de la independencia.
Cierto es que Martí no militó en el socialismo, y razones suficientes hay para entenderlo. No se trata de desconocimiento de las ideas socialistas. Estas fueron penetrando la sociedad estadounidense, provenientes de Europa, cuya ola migratoria crecía como resultado del desigual desarrollo con respecto a Estados Unidos en las últimas décadas del siglo xix.
Recordemos que Martí vivió casi 15 años en Nueva York, y conocía profundamente la sociedad norteña. Las distintas corrientes políticas europeas chocaron con una realidad diferente y, por ejemplo, fenómenos como el anarquismo se fueron entronizando.
Martí no está al margen de esta situación, y la estudia y comprende de manera excepcional. Por eso es totalmente descartable que Martí no conociera de socialismo. Ahora bien, fueron muchas las tendencias, esquemáticas y reduccionistas que distaban de lo teorizado por Marx y Engels.
Aun así –y este particular nos acerca a la relación existente entre las ideas de Martí y las de Carlos Marx–, es preciso aclarar que el Apóstol conoció el pensamiento y la praxis revolucionaria del gigante teórico, al menos lo suficiente como para escribir sobre Marx una vez que este falleció.
Lo que para algunos es una crítica (vista de forma negativa), es verdaderamente un elogio a Marx. La crítica es ejercicio del criterio, y Martí ejerció el suyo.
¿Por qué no asumir o militar en las ideas socialistas? Se pudiera pensar que no las compartía, empero el asunto es otro. ¿Cuál era el objetivo primero para Martí en la Revolución que organizaba?: la independencia, ser libres del colonialismo español.
Si la independencia de Cuba era el objetivo primero para Martí, en la Cuba colonial no tenía sentido aplicar otras teorías. ¿Entendió Martí que no era el momento? ¿Lo sería después? Eso no lo podemos saber, pero el Apóstol tenía en mente un proyecto ultrademocrático, como dijo Mella, para fundar una república con todos y para el bien de todos.
Estamos ante un profundo y profuso pensador que tenía sus propias ideas, las que fue forjando en circunstancias muy controversiales. Martí desarrolló una filosofía que tenía su base en el electivismo aprehendido de los precursores de la nacionalidad cubana, y si bien recibió muchas influencias, supo integrarlas muy bien y arribar a conclusiones, a sus propias tesis.
En este caso, tenía muy claro el Maestro que su lucha no respondía a los intereses en pugna de la vieja Europa, sino a salvar a la Patria de dos modelos colonizadores: el que ya nos dominaba con un brazo de hierro ensangrentado, y el que pretendía hacerlo: la política expansionista y anexionista de Estados Unidos. Era este último el mayor de los peligros: el naciente imperialismo.
Por otra parte, la independencia cubana no habría de sustentarse con una determinada clase social. La lucha no sería entre burgueses y proletarios, sino entre todos los cubanos y un sistema colonizador. Ahí radica una diferencia: era imprescindible aunar voluntades, llegar a consenso, sumar patriotas.
La independencia cubana así debía garantizarse, para luego edificar la República del decoro y la dignidad, sin copiar modelos: ni el europeo ni el de las repúblicas latinoamericanas cuya independencia era solo de forma y no de espíritu, mucho menos el modelo estadounidense.
Lo antes expuesto no significa que Martí fuera antisocialista, sería ligero y torpe un razonamiento así, pero sí coloca en justa medida la visión de Martí.
En este sentido, es válido reconocer que Martí hubo de enfocarse en la cuestión obrera, que no era otra cosa que la lucha de clases entre capitalistas y obreros, lo que él denomina el «problema social».
Martí, como Marx, milita por la justicia social. ¿Acaso no echó su suerte con los pobres de la tierra? Y en su elogio a Marx expresó: «como se puso del lado de los débiles merece honor». En cuanto a terminología, es cierto que Martí no utiliza la que en el medio socialista se frecuentaba usar, lo que no quiere decir que el Apóstol desconociera la realidad de explotadores y explotados.
Su apuesta por los pobres de la tierra es una toma de partido convincente, una clarísima elección. Su código ético era anticapitalista: rechazaba la exaltación de lo material, condenaba el egoísmo y la deshumanizante práctica de los ricos. Era partidario de la equidad, la justicia social y la dignidad plena del hombre. Sus valores eran muy parecidos a los que propugna un sistema socialista.
Con estas ideas no digo que era socialista. En una carta de 1894, a su amigo Fermín Valdés Domínguez (quien sí lo era), expresó: «Dos peligros tienen las ideas socialistas, como tantas otras: el de las lecturas extranjerizas, confusas e incompletas, y el de la soberbia y rabia disimulada de los ambiciosos que para ir levantándose en el mundo empiezan por fundirse, por tener hombros en que alzarse frenéticos defensores de los desamparados...».
Nótese que Martí no reniega del socialismo, plantea que esas ideas tienen dos peligros, como los tienen las de él también. El punto radica en que no era preciso extrapolar ideas que, si bien podían funcionar en la realidad europea, en la cubana no. Algo así como lo que dijera José Carlos Mariátegui: sin calco y sin copia.
Lo que sí ha de quedar claro es que no podemos llamar socialista a Martí, pero mucho menos antisocialista, como mismo no se puede negar que Martí era un profundo anticapitalista y antimperialista. Su antimperialismo fundador lo hizo combatir las pretensiones anexionistas que percibió durante los casi 15 años que vivió en el monstruo, como llamó a Estados Unidos en carta a Manuel Mercado. Fue un desvelo martiano el peligro que representaba para América la política expansionista del imperialismo.
La visión antimperialista de Martí lo llevó a rechazar todo vestigio de propuesta indigna para Cuba, todo vestigio de anexionismo, por ejemplo. Nos alerta Martí: «Y una vez en Cuba los Estados Unidos, ¿quién los saca de ella? Ni ¿por qué ha de quedar Cuba en América, como según este precedente quedaría, a manera –no del pueblo que es, propio y capaz–, sino como una nacionalidad artificial, creada por razones estratégicas? Base más segura quiero para mi pueblo. Ese plan, en sus resultados, sería un modo directo de anexión. Y su simple presentación lo es».
Martí nos guía hoy en la batalla contra el insostenible modelo capitalista y neoliberal que tanto daño hace al mundo.
La ideología de la Revolución Cubana, como nos enseñó Fidel, tiene en Martí y en Marx a dos pilares esenciales. En ellos encontramos un camino: el de la militancia por la justicia social, sin pretender calificar a Martí como marxista o viceversa, para así legitimar nuestro modelo político y revolucionario. Esto no es preciso, el modelo nuestro lo ha legitimado la mayoría del pueblo en revolución, y somos socialistas porque así lo quisimos, no fue un carácter impuesto, no fue calco ni copia; ha sido creación heroica, recordando a Mariátegui.
Somos socialistas, y creo que esto es medular para entendernos como cubanos, porque en primer orden somos martianos, y se forjó en Cuba una conciencia propia, original y auténtica. Hay un espíritu en Cuba propio de los cubanos, legítimo por naturaleza, de resistencia, de eticidad.
Tenemos la justicia, la hemos defendido y realizado, como sol del mundo moral, y una cultura muy superior al capitalismo o cualquier forma de discriminación y explotación; de ahí que la ley primera de nuestra República sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre.
No habría continuidad revolucionaria ni socialismo en Cuba sin Martí (y con él, desde su cosmovisión, sin nuestra escuela de pensamiento). No habría socialismo en Cuba si olvidamos los postulados del marxismo, si no los aplicamos, si no los concientizamos y adecuamos.
No habría socialismo en Cuba sin una comprensión, cada vez más sólida, de la necesidad de una cultura de hacer política, como nos enseñó (en imprescindible momento de filosofía) Armando Hart Dávalos.