Y en los orígenes, Varela
- Y en los orígenes, Varela

Un estudio comparativo de los textos de José Martí, Luz y Caballero, y Félix Varela, al margen de procesos de época y coyunturales, de desarrollos específicos, de tendencias predominantes en cada momento, demuestra el fondo común que existe en las tres figuras; más aún, en ellas está la irradiación de un movimiento de pensamiento que llegó a extenderse por todo el país y mantuvo, consciente o no –no siempre se tiene conciencia del origen de ciertas ideas y de las motivaciones de ciertos comportamientos–, el ideal y las bases fundamentales de los proyectos que para una Cuba mejor se han defendido en dos siglos de existencia de la «idea cubana».
Desde esta comprensión de la creación vareliana lo trascendente no es solo la Cuba soñada sino, y más aún, la Cuba pensada; los sueños, sueños son; lo trascendente es la acumulación, decantación, superación, profundización de las ideas sobre la base de «realidades brutas», solo reducibles por las ciencias aplicadas, sean físicas o sean sociales. Es desde el conocimiento y desde su aplicación a la realidad, que se sostienen los proyectos de sociedades nuevas y emancipadas.
Para ello había que pensar, según Varela, con cabeza propia, pues «nadie puede caminar con pies ajenos». Y ese fue el gran aporte de toda la obra vareliana a la cultura, a las ciencias, al pensamiento de la emancipación cubana y latinoamericana. Véase la actualidad de su pensamiento americano: «El americano oye constantemente la imperiosa voz de la naturaleza que le dice: Yo te he puesto en un suelo que te hostiga con sus riquezas y te asalta con sus frutos; un inmenso océano te separa de esa Europa donde la tiranía ultrajándome, holla mis dones y aflige a los pueblos; no la temas: sus esfuerzos son impotentes; recupera la libertad de que tú misma te has despojado por una sumisión hija más de la timidez que de la necesidad; vive libre e independiente; y prepara asilo a los libres de todos los países; ellos son tus hermanos».
Ante una insidiosa afirmación, escribe: «Cuando yo ocupaba la Cátedra de Filosofía del Colegio de S. Carlos de La Habana pensaba como americano [latinoamericano]; cuando mi patria se sirvió a hacerme el honroso encargo de representarla en Cortes, pensé como americano; en los momentos difíciles en que acaso estaban en lucha mis intereses particulares con los de mi patria, pensé como americano; cuando el desenlace político de los negocios de España me obligó a buscar un asilo en un país extranjero [Estados Unidos] por no ser víctima en una patria, cuyos mandatos había procurado cumplir hasta el último momento, pensé como americano; y yo espero descender al sepulcro pensando como americano».
En su Cátedra de Filosofía llevó a cabo la extraordinaria tarea de liberar el pensamiento de las estructuras góticas del pensamiento medieval, para sentar las bases del pensamiento de liberación cubano; desarrolló el pensamiento lógico sobre las bases de los nacientes métodos de las ciencias modernas; e introdujo los estudios de Física experimental, convirtiéndose en uno de los grandes fundadores del pensamiento científico y de las ciencias cubanas. En otro sentido, en esas lecciones trazó los tres principios fundamentales de la acción política que tipifican las esencias del pensamiento revolucionario cubano: «preferir el bien común al bien individual; no hacer nada que vaya contra la unidad del cuerpo social; y hacer sólo lo que es posible hacer».
Al ocupar la Cátedra de Constitución fue el primero en hablar en Cuba del derecho del pueblo y de los contenidos de las ideas de soberanía y democracia. Una pléyade de jóvenes, después famosos científicos como Felipe Poey, o educadores y filósofos como José de la Luz y Caballero, o historiadores y «sociólogos» como José Antonio Saco, poetas y revolucionarios como José María Heredia, sintieron a Varela como su Maestro y quien les había enseñado a pensar y actuar, con método científico y amor de poeta, en, para y por Cuba y América. Porque, a mi modo de ver, lo más significativo de las enseñanzas de Varela, lo más original, es que todo ese conocimiento, contenido en sus Lecciones de Filosofía, concluía en la «lección única de patriotismo». Hacer ciencia, hacer cultura, educar, trabajar, construir, desgarrarse hasta lograr que Cuba al fin fuese el «hogar común de todos» era, ante todo, la «más sagrada» misión patriótica.
La propuesta de Varela partía, ante todo, de lograr «el conócete a ti mismo» del cubano. Tal y como había surgido en los griegos, en el origen del pensamiento occidental, Varela se plantea el mismo punto de partida para el pensamiento cubano. Visto así, es posible entender la frase de Roberto Agramonte que le atribuye al Profesor y sus discípulos la intención de «crear una sophia cubana que fuera tan sophia como lo fue la griega para los griegos». Sobre la base de ese punto de partida se encuentran las tres preguntas del saber cubano: ¿De dónde venimos?; ¿quiénes somos?; ¿a dónde vamos?
La idea martiana de que «patria es humanidad», de que no es el odio a otro pueblo, ni es una raíz étnica, sino «la unión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas», tiene su origen en las lecciones de patriotismo de Félix Varela. Pero ¿cuál es la «idea patriótica» que da forma a la «idea cubana»?
El concepto de patria no es común entre los teóricos. Sin embargo, Félix Varela dedica la lección terminal de su estudio de filosofía a una lección última de patriotismo. Todo el conocimiento está en función de una obra común que es la creación de una patria nueva, auténtica y cubana, que no es copia sutil ni en miniatura de otros modelos, sino exigencia surgida de una realidad singular y específica. Su esfuerzo se encamina primero a liberar al pensamiento de las ataduras escolásticas y del mimetismo que resulta del rebajamiento intelectual ante la producción foránea. Su segundo paso es crear una filosofía de la emancipación que tiene por centro la necesidad y, a la vez, la capacidad «para pensando con cabeza propia», analizar y solucionar los problemas que la realidad concreta y específica cubana y americana colocan como materia prima de todo conocimiento.
La propia vida de Félix Varela fue una puesta en práctica de sus ideas. Desde el periódico El Habanero, promovió y organizó una labor de conciencia patriótica con el objetivo de que Cuba fuese libre e independiente. Unido a sus ideas creadoras del pensamiento cubano es uno de los primeros en promover la independencia cubana. Pero no lo hizo como otros de su tiempo. Se opuso a que la libertad de Cuba fuese obtenida con la ayuda de potencias extranjeras. Esa convicción lo llevó a no aceptar las propuestas anexionistas. Para él, Cuba debía ser tan libre en lo político como Isla es en la naturaleza. Esa libertad no sería para el goce de una minoría, sino para la realización de las mayorías. En uno de sus trabajos, que a mí personalmente más me ha impresionado por la época en que lo escribió, expresa lo que es para él el «espíritu público»: «el pueblo no es tan ignorante como le suponen sus acusadores (...). Verdad es que carece de aquel sistema de conocimientos que forman las ciencias, pero no de las bases del saber social; esto es, de las ideas y los sentimientos que se pueden hallar en la gran masa y que propiamente forman la ilustración pública (...). El interés social no es un impulso de la sensibilidad, sino de la razón; y algunas teorías, llamadas filosóficas para deshonra de la Filosofía, no son sino delirios que sirven de castigo a los mismos delirantes. Existe sí, existe el espíritu público y mucho más en los pueblos, cuyas circunstancias proporcionan pábulo a esa llama que destruye el crimen y acrisola la virtud...».
Ciencia y conciencia, con virtud, serían las bases de la construcción de una patria nueva. Martí lo diría en otros términos: «ser cultos para ser libres». Pero ser cultos es dominar la ciencia y tener conciencia. Ambos constituyen la base de la verdadera libertad. Pero la libertad, si es verdadera, es para elegir las mejores opciones para crear una comunidad humana en la cual se realice la más alta condición del hombre; es combatir el vicio, la vagancia, la insensibilidad. Es la creatividad unida a un verdadero goce estético en el placer de crear desde lo individual hasta el conjunto social. Patria, en su definición, es la tierra de los padres; es un concepto que recoge lo emocional para dominarlo y ponderarlo, por lo que es necesario el justo freno de la razón analítica. Hacer patria es, en la tierra de estos padres, edificar la sociedad que soñaron y pensaron. No es un esquema, sino un espíritu vivificador que vibra ante toda realidad cambiada y cambiante.
Félix Varela fue el padre fundador de la idea patriótica cubana; el padre de los padres de la Patria. A través de su escritura lo que brota, como fuerza permanente de su condición humana, es el amor: sensibilidad y espiritualidad en la interioridad del ser humano; pasión virtuosa en la creación social.
En los orígenes de la «idea patriótica» cubana está el que nos enseñó, primero a pensar en Cuba, para, desde ella, abrir los espacios para la humanidad toda.