UNA FILOSOFÍA PARA TODOS LOS TIEMPOS
El 8vo. Congreso del Partido ha sido calificado como el de la continuidad, no solo por el sostenido relevo generacional, sino también –y ello no resulta menos trascendente– porque, transformaciones y actualizaciones mediante, el rumbo de la Revolución es el mismo.
Tal y como consigna la nueva Constitución aprobada en la Asamblea Nacional y refrendada por el voto de la abrumadora mayoría de los cubanos en 2019, el Partido Comunista de Cuba mantiene su condición de «fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado»; la propiedad socialista sigue siendo la fundamental, aunque la Carta Magna reconozca otras; la política exterior continúa tan vertical e independiente como hace 45 años; las conquistas sociales –salud, educación, empleo, seguridad social, etc.– constituyen prioridad para el propio Partido, para el Gobierno y para el Estado.
Lo mismo sucede con la eliminación de la discriminación racial y la lucha por la igualdad de la mujer, dos proyectos empujados por la Revolución desde el primer día, actualizados a tenor de los tiempos que corren, y apuntalados sobre la base de una perspectiva científica, también estimulada y desarrollada por el Estado cubano, más allá de las campañas y las insidias.
Así lo siente Dagoberto Pérez Pérez, un veterano dirigente del Partido, un guajirito de la zona de Jíquima de Peláez, en Cabaiguán, que un buen día de diciembre de 1975 se reconoció, estupefacto, frente aquellas cortinas enormes del teatro Karl Marx, que se movían de un lado para otro, como las pencas de una palma cuando las bate el aire.
«Cuando veo todos estos recorridos de Díaz-Canel, y todos los problemas que está atendiendo día a día, es como si viera al mismo Fidel de aquellos tiempos», confiesa, sentado en su casa de la calle Céspedes, en la ciudad de Sancti Spíritus, donde conserva, ya desteñido por el tiempo, el emblema del 1er. Congreso del Partido Comunista de Cuba.
Nacido en el año 1935, Dagoberto estudió Mecánica automotriz por correspondencia, participó en huelgas y vendió bonos, hasta que, de buenas a primeras, se vio en medio del huracán de la Revolución, que lo llevó hasta el trabajo del Partido, en el que se desempeñó como primer secretario de los entonces municipios de Caracusey y Condado, en los predios de Trinidad, y organizador, primero en la región del Escambray, y luego en la joven provincia de Sancti Spíritus.
Antes de llegar hasta allí, René Anillo Capote los convocó, a él y a otro grupo de jóvenes, a la sede del pcc en Santa Clara, antigua capital de Las Villas, donde los sorprendió con una noticia que en aquel momento –junio de 1963– ninguno de ellos entendió: «Ustedes van a construir el Partido en el Escambray».
De allí a estar montado sobre el lomo de un jeep en dirección a Manicaragua, no pasó mucho tiempo, y menos todavía hasta estar frente a frente con el luchador villareño Eugenio Urdandibel, que andaba, como quien dice, acomodando a la gente sobre el terreno.
–¿Quién de ustedes sabe manejar?, preguntó él.
–Bueno, saber, lo que se dice saber, yo sé, lo que pasa es que no tengo licencia, respondió Dagoberto.
–No hace falta, sentenció el interrogador, y a seguidas disparó la otra pregunta.
–¿Traes mochila?
–Sí, traigo.
–Bueno, pues no hay más que hablar, si sabes manejar y traes mochila, te tocó. Vas para los batallones, y ten cuidado, que el Escambray está en guerra.
Artículo tomado del periódico Granma Digital.

