Prometen abrazos las calles vacías de La Habana
- Prometen abrazos las calles vacías de La Habana
Autor: Yeilén Delgado Calvo.
El silencio, casi total, es desacostumbrado. Detrás de las puertas se escucha, distante, el sonido de los programas televisivos; una familia conversa en su balcón y aprovecha el fresco escaso mientras llegan las nueve, la hora de aplaudir; el perro del barrio se pasea con cautela por el medio de la vía, presintiendo algo raro. Las calles están vacías. Una ciudad insomne ha debido acostarse temprano.
La Habana no acostumbra a replegarse. A cualquier hora, en lo más profundo de la madrugada, hay gente que la camina, que la vive. Solo una enfermedad como la COVID-19, tan solapada y por eso más traicionera, que no deja de matar y provocar encierros en todo el planeta, ha podido mermar la fiebre habanera de mover la noche como el día.
Para la historia quedan las imágenes que a partir de este 1ro. de septiembre inmortalizan una capital recogida en sus hogares, de malecón solitario, La Rampa dormida, San Lázaro sin carros, vecindarios de caminantes ausentes…
La obligatoriedad de permanecer en casa desde las siete de la noche hasta las cinco de la mañana, dictada por las autoridades de la provincia, busca frenar la movilidad y mermar el contagio, extendido ya por el territorio a niveles que cada mañana estrujan el pecho.
La pérdida de vidas humanas, la paralización de buena parte de la vida económica, cultural y deportiva, y la imposibilidad de reanudar el curso escolar, son algunas de las duras consecuencias del rebrote en La Habana.
«Tristeza». «Nunca las calles de mi barrio habían estado tan vacías, ni cuando los ciclones». «Fuerza, Habana». «Todo esto pasará», escribieron varios usuarios de las redes sociales ante las fotos que muestran una ciudad desértica.
En esas mismas plataformas, también se expresó la singularidad y belleza de un momento en el que cuidar la vida de cada cubano se torna una causa colectiva: «Mi Habana… toque por la vida»; «Así debe ser, por la salud»; «Nuestra Habana se levantará como lo que es, una ciudad mágica y preciosa»; «Es indispensable que nuestros hermanos habaneros hagan un sacrificio para poder librarnos de este fantasma que nos tiene acorralados».
Es este un toque de queda a la irresponsabilidad, esa que se cree inmune termina por causar el sufrimiento de los más vulnerables y el suyo propio. ¡Cuánto pesar en el alma debe sentir quien se sepa responsable de, por negligencia, llevar el virus a casa, y que le cueste la existencia a un ser querido!
La Habana ha debido frenar su vertiginoso ritmo nocturno. El rigor se impone, sin discusión posible. Hay encierros que salvan sonrisas, que prometen abrazos. Volverán a latir las calles y a recorrerlas quienes la aman desde la Isla toda y el mundo. Hoy enmudece el asfalto para que, entonces, sea seguro. Artículo tomado del periódico Granma Digital.

