Un hombre-cosmos al servicio de la Revolución
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De haber escrito Carlos Rafael Rodríguez sus memorias, hubiera sido un material precioso ese libro, pues constituiría otro aporte de peso para comprender la línea de pensamiento político insular en el siglo xx, del cual resultó uno de sus exponentes clave.
En las páginas de tal volumen quizá el intelectual revolucionario hubiese vuelto a entrar, a los seis años, de la mano de su madre, al Colegio de los Jesuitas de Cienfuegos, para ver por vez primera al padre Inchaurraga, quien con el hermano Mansilla y otros religiosos le inculcara las bases de una disciplina vital que mucho le ayudó. Posiblemente Carlos Rafael recogería, además, las vivencias de los estudios secundarios en Champagnat, la significación en el plano individual de la epopeya estudiantil del 30 de septiembre de 1930, Ariel, Segur, la llegada y renuncia a la alcaldía, el paso del Directorio Estudiantil Universitario al Ala Izquierda, La Habana conocida a inicios de 1934, su doctorado brillante en Derecho, la inmersión en la lucha y el periodismo, el Partido Socialista Popular…
Pero como mejor puede analizarse su figura es estudiando su obra revolucionaria y literaria, en tanto fue un escritor integral, a quien solo le faltó incursionar en la ficción, y no el «escribidor frustráneo» que se creyera. Datan de finales de los años 20 del pasado siglo, cuando muy joven deploraba el totalitarismo machadista, los comienzos de esa obra revolucionaria, manifiesta en décadas de acciones cenitales, y puesta al servicio de la causa socialista de un país al cual brindara un inestimable aporte. Lo hizo lo mismo desde la dirección de periódicos y revistas, ministerios e instituciones, que desde la representación en misiones en el exterior.
Las afiladas letras de Carlos Rafael Rodríguez resumen y rezuman las esencias de una tan diapasónica como singular percepción humanista, filosófica y exegética de los procesos históricos, sociales, artísticos, científicos y económicos de la humanidad.
En su periodismo puede confirmarse el aserto martiano de que quien abrace tal profesión debe conocer «desde la nube hasta el microbio».
Tributario de muchas corrientes, en su pensamiento se despeñaron, justamente, las aguas de Martí; pero también las de Unamuno, Ortega y Gasset, y Marx, Engels y Lenin en el vórtice.
En sus gustos literarios se mezclaron Shakespeare, Manzoni, Balzac, Bellow, Singer, Gorki, Günther Grass, Hemingway y García Márquez. En sus devociones políticas retumbaron hasta el final los reclamos de su querido Fidel, Ho Chi Minh, Gandhi…
Poco quedó oculto a la investigación de Carlos Rafael Rodríguez. La ética, el compromiso generacional con el futuro del país, las posturas juveniles, el rol de la cultura en la contemporaneidad o el papel del periodismo afloraron dentro del cúmulo de preocupaciones e intereses abordados en sus textos por el intelectual revolucionario.
Fue un hombre-cosmos, martiano y fidelista, comprometido por siempre con su pueblo. Recibió las máximas distinciones de su país, también de otros. Moriría en La Habana, el 8 de diciembre de 1997, hace un cuarto de siglo.