¿A Chávez? Hace poco lo vi
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Caracas, Venezuela.– Una certeza resuena por toda esta nación, como si bajara por Los Andes y se multiplicara entre los caseríos, los cerros, las grandes ciudades, los llanos, y viajase en susurro por el Orinoco. «¡Chávez vive. La Patria sigue!», dicen los venezolanos. Y toda Latinoamérica les cree.
¿Dónde está Chávez? ¿El Comandante Eterno, el mejor amigo de Cuba, el hijo de Bolívar, el arañero vendedor de dulce de lechosa, el fanático de Los Magallanes? ¿A dónde ha ido a vivir el que se persignó en el estrado de la ONU, porque había estado el diablo allí, y todavía olía a azufre el lugar?
Hace poco lo vi. Los incrédulos me acusarán de mentirosa. Su pueblo y el mío me darán la razón. Una anciana le tomaba la mano a un rehabilitador cubano. Un niño iba a la escuela pública. Un adulto –ya sin esperanzas de rubricar su firma– también iba.
Algunos padres esperaban a que sus hijos terminaran el ensayo en La Colmenita Bolivariana. Maduro celebró la unión cívico-militar el 5 de julio, ante una multitud. Caracas se paralizó hace unos días para apoyar a Palestina, para denunciar el despedazamiento de su avión de Emtrasur, y recordar los 35 años del Caracazo.
Todos tenían la misma mirada, la alegría contagiosa de una nación que resurge, la voluntad de no renunciar a su independencia. En la gente de este país sudamericano quedó el abono interminable de quien les devolvió la dignidad. A Chávez no se le cuenta dentro de los muertos, sino entre los vivos.
A 11 años de su siembra, aún convoca. En su tierra nadie se amilanó cuando se «fue un momentico a la misa». Entonces, ¿a dónde se ha ido a vivir? Está jugando pelota, junto a Fidel, en cualquier estadio de Nuestra América. Tiene su ojo alerta en las sesiones del alba, sigue cada paso de Barrio Adentro. Funda, crea, pervive. Lleva en sus hombros la Venezuela Bolivariana, y tararea una tonada llanera.