Patrimonio y memoria histórica
- Patrimonio y memoria histórica

Recuerdo los tiempos en que un erróneo concepto de modernidad, junto con la codicia derivada de la especulación en torno al valor del suelo, causó la desaparición de valiosos monumentos arquitectónicos preservados en nuestras ciudades. A la Revolución se debió, en gran medida, la implantación de políticas orientadas al reconocimiento de la importancia de este legado y el diseño de acciones concretas para su rescate y restauración. Nuestros centros históricos cobraron nueva vida y se expandió la conciencia de su importancia.
Con el paso de los tiempos, generaciones sucesivas han seguido entregando construcciones que constituyen aportes indiscutibles a nuestra cultura, obras relevantes y conjuntos urbanos notables. Nosotros también lo hemos hecho. El patrimonio no subsiste en un ayer congelado. Es testimonio tangible del recorrido de la historia.
Durante algunos años trabajé en la Biblioteca Nacional, centro rector del patrimonio documental. Después de mucho tiempo de estancia penosa en el Castillo de la Fuerza, se acababa de trasladar al edificio que hoy ocupa en la Plaza de la Revolución. Como suele ocurrir en una mudanza de tales dimensiones, libros, periódicos, grabados, mapas antiguos descansaban en los almacenes carentes de registro y de organización. Cada exploración ofrecía un hallazgo feliz. Sin reparar en el calor y en el polvo, intelectuales de primer rango, como Juan Pérez de la Riva, Cintio Vitier y Fina García Marruz, subordinaban las tareas propias de su oficio para sumergirse en aquellos depósitos, al rescate de tesoros escondidos.
Autor: Graziella Pogolotti
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