volvemos a enfrentarlo. Siguieron llegando más técnica y más recursos.
«Luego me toca ir por el otro lado del tanque en combustión; estamos tirándole agua y nos dicen “¡Corran!”. Ahí el tanque se rajó delante de nosotros. Corrimos y corrimos. Yo solo oía los gritos».
Dairon Segura Hernández, de 21 años, estuvo desde la llamada inicial. Pertenece al Comando de Supertanqueros y resume la vivencia con una parquedad que estremece: «Sonó la alarma y fuimos. Desde que llegamos empezamos a tirar las líneas de combate para enfrentar el servicio. No se piensa en nada, solo en cumplir con la tarea».
Manuel Alejandro Herrera Gómez también es soldado del Comando de Supertanqueros y tiene 20 años; para él es algo más difícil, entre los desaparecidos está un amigo, y la tristeza se le nota.
«Estaba en mi casa, de pase, y recibí la llamada de que debía incorporarme al Comando, y la labor mía era cubrir la zona. Como a las 12:30 de la noche viene un compañero que estaba también de pase y me releva. Me monto en una pipa de agua que estaba surtiendo para el servicio, llego al incendio, y me pongo a cumplir junto con mis compañeros, que estaban “pitoneando”.
«Cuando ocurre la segunda explosión habíamos salido a descansar, vino el golpe de calor y nos tuvimos que mandar a correr». Recuerda, además, que su familia estaba muy preocupada, tanto que el teléfono no paraba, literalmente, de sonar.
–¿Te hace replantearte la idea de ser bombero cuando termines el Servicio?
–No, me gusta, al final yo me incorporé al pase porque quise, sabía a lo que iba.
–¿Y qué dicen tus padres de eso?
–Están asustados, pero bueno…
Karel Ernesto Díaz García pertenece al mismo Comando que Manuel Alejandro. A sus 19 años está a punto de empezar la carrera de Licenciatura en Geografía.
«Me gusta mucho mi carrera, pero esto también. Si puedo seré asociado. Estos momentos son los que te hacen entender de verdad lo mucho que se necesitan los bomberos. Cuando haya una catástrofe, yo voy a estar ahí».
Esa noche Karel tuvo suerte, pero el dolor de los otros puede ser muy duro también cuando se le adivina desde la distancia. «A mí se me dio la tarea de ir en el autocisterna, para conectarlo a un hidrante, tirar una línea hacia donde estaban los demás compañeros, y que tuvieran agua constante.
«Al llegar al servicio y ver la magnitud desde la carretera, se me ordenó venir aquí, al Comando No. 1, a buscar más medios. Cumplo la indicación, y al regresar me indican ubicarme en la parte de atrás del tanque y hacer un despliegue para que otros compañeros empezaran a “pitonear” y a enfriar el tanque que estaba en combustión, y el de al lado.
«Ahí es cuando viene el primer golpe de vapor; tuvimos que correr para salvarnos, pero volvimos y seguimos. Después se me da la orden de retirar el carro y venir para aquí a cubrir Matanzas, porque estaba desprotegida. Eso fue minutos antes de la explosión.
«Yo la explosión grande no la viví, pero mis compañeros sí. Lloré, de verdad, porque sabía que ellos estaban ahí en la primera línea, y no tengo palabras, de verdad, para describirlo. Lloré".

