¡Silencio, que Chávez habla!
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Caracas, Venezuela.–Cuenta el llanero pueblo de Barinas que, desde chamito, aún en la escuela, Hugo Chávez era un buen orador. Cantaba, dicen, y hablaba también en los actos del Liceo, como a quien la Providencia prepara para la grandeza. Así fue en su tránsito vital. Sentía la necesidad del diálogo, del tú a tú que conmueve y construye.
El carajito locuaz se convirtió en hombre de verbo hirviente y certero. Le habló a su gente, a sus soldados, en los barrios y en las universidades, en los podios internacionales, en los humildes cerros y en las apartadas comunidades indígenas. Les habló a los que lo seguían, a los que lo odiaban y a los desmemoriados, quienes pretendían ahogar los recuerdos de los años atroces de la iv República.
Quien mira de cerca a Venezuela no puede imaginarse a su Comandante en silencio. Sabía él que «un verdadero líder tiene que estar en el alma de su pueblo». Hasta allí, donde los derechos sociales fueran solo anhelos o imposibles, llegó con su palabra hecha hogar, Misión social, Constitución, poder comunal.
Hablar de Chávez, pensar en él, es acudir a sus obras en las instituciones del Estado, en los populosos cerros caraqueños, en las geografías que parecían condenadas al olvido y sin derecho al futuro. Es creer en la fecundidad de la unión: «Hago un llamado a todos los que andan promoviendo el odio, a los que andan promoviendo el veneno social, a los que andan siempre tratando de negar todas las cosas buenas que ocurren en Venezuela, los invito al diálogo, al debate y al trabajo conjunto», dijo.
Por eso, hoy los venezolanos se detienen a preguntarse: ¿Qué haría el Comandante en esta o aquella circunstancia? ¿Qué les diría a los ofensores de la Revolución? Lo que él inició, ¿cómo lo continuamos?
Así, el mito de buen orador dejó de serlo para convertirse en realidad palpable a los humildes. El líder que materializaba sus compromisos, cuya coherencia entre el decir y el hacer lo hicieron leyenda, tuvo el destino de quienes enseñan a los pueblos a ser libres: la eternidad.
Allí ¿descansa?, entre su pueblo, en Nuestra América. La voz de Chávez está dondequiera que se hable de la Patria. ¡Escuchémosle!