Un verdadero líder protege a su país con el mismo amor y el mismo interés de quien protege a un hijo. Su actitud se muestra en la inmensa pasión que le une a su Patria y en la responsabilidad que tiene –y siente en toda su hondura– de preservar su integridad, definirle un camino, asegurar su supervivencia.
Fidel, cuyo cordón umbilical fue cortado de dos vientres –el de Lina, su madre biológica, y el de Cuba–, tejió con su nación una alianza fundada en el amor. La quiso como un padre quiere a sus retoños, lo cual se hace en todas las circunstancias, y se redobla cuando estos atraviesan momentos difíciles.
Esos momentos complicados siempre los vivió su país, porque ha tenido el acecho, constante y con el afán permanente de asfixiarle, del gobierno más poderoso –económica, mediática y militarmente– del planeta. Y también el más moralmente abyecto.
Por eso, Cuba, la criatura amada por él y por tantos millones de cubanos y de personas de otras latitudes del mundo, padece tribulaciones, escaseces y penurias que ningún pueblo merece. Sobre todo si es tan bello, generoso y noble como el nuestro.
La hostilidad imparable del enemigo acrecentó el celo del Comandante-padre, y la intensidad y eficacia de su odisea de salvaguarda, cuyo éxito se comprende únicamente desde el poder de los afectos.
Ninguna obra en la que sus líderes y pueblo no conciban esa unidad con su Patria, sustentada en las esencias mismas de la ternura, podría sobrevivir a tamaños obstáculos.
Igual a como se hace con los hijos, Fidel educó, instruyó e iluminó el camino de los suyos. En su caso, mostrando, desde la posición irrefutable del ejemplo, al estar presente en cada batalla por librar, en cada golpe del enemigo o de la naturaleza.
Proverbiales resultan su proceder durante los fenómenos meteorológicos y la metodología que legó para el enfrentamiento a huracanes, articulada en una estructura similar a la Defensa Civil, que sentó y sienta cátedra a nivel mundial en la protección de la vida y de los recursos materiales.
Fidel, literalmente, se abrió el pecho al peligro y, en medio de la lluvia, el fango y las carreteras destrozadas por el poder conjunto del viento y del agua, estuvo junto a su pueblo en esos momentos angustiantes.
Bajo la dirección del Partido en los Consejos de Defensa, el Gobierno, la Defensa Civil, las Fuerzas Armadas Revolucionarias, el Ministerio del Interior y todos los organismos del Estado –en unión con el pueblo– enfrentaron y enfrentan la furia de los ciclones.
Ni la prédica ni la acción del líder histórico de la Revolución Cubana dejaron de observarse luego de su desaparición física. Están vivas, y se expresan en el trabajo sin descanso de la actual dirección del país.
El amor del Comandante a su pueblo se reedita en nuestro Presidente Díaz–Canel, un ser humano con una extraordinaria capacidad para erguirse ante las dificultades en función de tener en cuenta, cada segundo, las problemáticas de los suyos.
Su obra es incesable en todos los frentes de desarrollo del país, y se acrecienta en etapas de crisis como las derivadas del paso de huracanes, sismos u otras contingencias.
Con el cariño del padre que se siente responsable de cuanto les ocurra a los suyos, conversa con la gente que ha tenido la desdicha de ver destruidos su vivienda, sus pertenencias, la escuela donde estudiaban sus hijos, el puente del acceso a su pueblo.
Les pregunta, entiende su situación e infunde ánimos. Ánimos forjados en la certeza histórica de que la Revolución nunca dejó ni dejará desamparado a nadie.
Desanda los territorios afectados, una y otra vez, y en cada lugar visitado se visibilizan imágenes enternecedoras, nacidas del contacto humano y cercano con la gente, las cuales solo germinan del amor, el respeto y la confianza de los cubanos.
Somos uno en la lucha ineludible por vivir. Por eso nos cuidamos, nos protegemos y nos salvamos. Eso es Cuba, eso son los cubanos. Eso fue y sigue siendo Fidel. Eso es, ahora, el Partido, la Revolución y el pueblo, que son lo mismo, porque los interconecta el cariño eterno que une para siempre a padres e hijos.
PASAJES ENTRE HURACANES
La leyenda de Fidel desafiando ciclones resulta épica. Aún se recuerda cuando el potente huracán Flora azotó la parte oriental de Cuba, en octubre de 1963, dejando casi 2 000 víctimas, cómo el Comandante en Jefe, guiado por su valor sin límites, se trasladó hacia la zona en medio de los peligros causados por las grandes inundaciones.
En dos ocasiones los vehículos anfibios en los que viajaba la comitiva se hundieron, lo cual no evitó que él siguiera en las operaciones de rescate de las personas aisladas en los techos de los bohíos y los árboles, para llevarles alimentos y agua potable.
Entonces, cuando algunos guardaespaldas querían que no fuera en los anfibios, Fidel dijo: «Les agradezco a los compañeros que se preocupen por cuidarme. ¿Tú no crees –le preguntó al comandante William Gálvez– que si nosotros no somos capaces de sacrificarnos por este pueblo en los momentos difíciles, qué sacrificio podemos pedirle después al pueblo?».
La anécdota narra muy bien las características de un líder que nunca se separó del pueblo, por complejas que resultaran las circunstancias. Allí también se cuenta que por aquellos días se quitó sus botas para dárselas a un campesino que había perdido a su familia y sus propiedades, al tiempo que también ordenaba a dos de sus escoltas que entregaran sus zapatos a los campesinos.
Esa virtud de crecerse ante las adversidades fue lo que hizo que el pueblo se sintiera acompañado en aquellas jornadas cuando se enfrentaba el huracán más temible que atravesó el país luego del triunfo revolucionario. «Ahora, en medio del golpe demoledor y fresco de los huracanes, es cuando debemos demostrar lo que somos capaces de hacer», dijo.
De lo vivido en la llanura del Cauto, surgió la idea del Comandante en Jefe de contar con un sistema de Defensa Civil que permitiera prever y tomar decisiones a tiempo, de modo que la vida de las personas y la preservación de los recursos materiales no quedaran a merced de la improvisación.
Pronto la vida le daba la razón a Fidel. A solo tres años del ciclón Flora, el huracán Inés atravesó el territorio cubano. Al reflexionar sobre aquel acontecimiento, diría: «Hoy mismo, avanzando casi exactamente por la misma ruta que traía el Flora, un poderoso huracán avanza también directamente hacia la región oriental del país. Si en aquella ocasión se hizo un inmenso esfuerzo, gracias a lo cual se salvaron numerosas vidas, esta vez desde muchas horas antes, no quedará absolutamente nadie en ninguno de los sitios donde puede alcanzar la altura de la lluvia de las aguas. De todas formas tenemos también que enfrentarnos a estos golpes de la naturaleza».
Luego, ante el embate de otros organismos ciclónicos como Cleo, Alma, Inés, Kate, el Lily de 1996, Georges, Michelle, Charley e Iván, también se vio a Fidel impartiendo instrucciones para proteger a las personas y preservar los recursos de la economía, recorriendo cada área afectada, incluso bajo los embates de la severa inclemencia del tiempo, dando aliento a los damnificados, y asegurándoles que la Revolución no los abandonaría jamás.
Al paso de esos fenómenos, los cubanos casi que nos acostumbramos a ver a Fidel ocupar la primera línea de combate para enfrentar los peligros que acechaban a la Patria. Entonces era muy común ver al Comandante en Jefe dirigiendo todo el proceso desde el Centro de Pronósticos del Instituto de Meteorología, en La Habana; en el Estado Mayor Nacional de la Defensa Civil o en el propio lugar de los hechos.
En aquel tiempo era muy común escuchar una frase que se hizo popular entre la población de los lugares afectados: «Ahorita llega Fidel», lo cual se traducía en fe y esperanza de que nadie quedaría desamparado.
Hoy, cuando nuestro país vive tiempos difíciles, producto de la afectación de dos ciclones y un sismo de gran intensidad, además del huracán mayor que representa el bloqueo estadounidense contra Cuba, gracias a la visión de futuro y a la grandeza de la Revolución de Fidel, la historia es bien diferente, porque, como expresó el Comandante: «No hay huracanes que puedan con los cubanos unidos».