Piñeiro, Barbarroja, fidelista de mente y cuerpo
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Invariablemente Fidel le llamó El Gallego por los ancestros peninsulares del combatiente. Sus compañeros de fila, dado el color azafranado del abundante vello facial con que cubrió su rostro en tiempos de insurrección, le apodaron Barbarroja. Con ese nombre Manuel Piñeiro Losada dejó su impronta legendaria en los anales de la Revolución Cubana, y su proyección internacionalista, a la que sirvió como un soldado consagrado y fiel hasta el último minuto de su vida, truncada el 11 de marzo de 1998, cuando apenas le faltaban tres días para cumplir 65 años de edad.
Justo una hora antes de su fallecimiento –mientras conducía su auto por la Séptima avenida de Miramar, sufrió un desvanecimiento y perdió el control del vehículo; trasladado de inmediato a un centro hospitalario, colapsó–, se acercó en los jardines de la residencia del embajador de México a Luis Báez, Jorge Timossi y el autor de estas líneas para comentar: «Cuando celebren el Día de la Prensa (14 de marzo), no olviden esta vez incluirme». Con esas palabras, dichas desde la familiaridad y evidente tono bromista, más que aludir a la fecha de cumpleaños, confirmaba su cercanía y alianza con el periodismo, faceta suya que cabe destacar ahora en el aniversario 90 de su llegada al mundo, en la ciudad de Matanzas.
De carácter insumiso desde su temprana juventud, Piñeiro se rebeló contra la afrenta sufrida por el país sometido a la dictadura. La familia trató de distanciarlo del fermento revolucionario que se incubaba en el estudiantado enviándolo a Estados Unidos. En 1955 estaba de vuelta, más decidido que nunca a luchar contra la tiranía. Se adscribió al Movimiento 26 de Julio, recibió el encargo de estructurar las brigadas estudiantiles y juveniles en Matanzas, y llevó a cabo acciones contra las fuerzas represivas, y de adquisición y envío de armas y pertrechos a la Sierra Maestra tras el desembarco del Granma. El batistato puso precio a su cabeza; por lo que continuó su faena combativa al incorporarse al Ejército Rebelde el 10 de julio de 1957, en la columna 1 liderada por Fidel.
Unos meses después, bajo las órdenes de Raúl, se cuenta entre los fundadores del Segundo Frente Oriental Frank País, donde se desempeña como inspector general, tarea a la que subordinó el manejo de claves, comunicaciones y cartografía militar, así como las labores de inteligencia. Tan eficaz resultó su ejercicio que el 28 de diciembre de 1958 Fidel lo asciende al grado de Comandante.
De la trayectoria de Piñeiro en el Segundo Frente, se desprenden dos conclusiones que permiten avizorar la estatura política y la vocación de servicio alcanzada y desplegada por él en las cuatro primeras décadas de la Revolución triunfante: su enorme capacidad organizativa y la fidelidad a Fidel y Raúl.
La primera se tradujo en su indiscutible liderazgo y autoridad al frente de las delicadas misiones que asumió, a las que consagró talento, lucidez, firmeza y sensibilidad. Solo a partir de esas cualidades es posible entender su exitoso papel en la creación de los órganos de la Seguridad del Estado, y en la coordinación y ejecución de las tareas de apoyo a los movimientos insurgentes y de la izquierda antimperialista y antioligárquica latinoamericana y caribeña. Por mandato de la dirección del país, creó y dirigió el Departamento América, del Comité Central del Partido.
En tales menesteres lo recordó uno de sus compañeros, Tony López: «Era, en su quehacer diario, un verdadero huracán, no se le escapaba nada; meticuloso, riguroso y muy exigente. (…), contaba con un fiel equipo que siempre respondió sin vacilación a sus orientaciones, sugerencias y criterios; lo hacía con mucha precisión y respeto hacia sus subordinados, porque tenía la virtud de escucharlos y reconocer si las apreciaciones eran correctas (…) o explicar la conveniencia de que, aunque fueran acertadas, políticamente no debían aplicarse».
Fue un intérprete de las concepciones revolucionarias de Fidel. En sus consuetudinarias visitas a la redacción de Granma en los años 90 del siglo pasado, destacó en más de una ocasión: «Soy fidelista de cuerpo y mente enteros. Ante cada situación compleja siempre pienso en lo que haría Fidel».
Ello lo corrobora el testimonio de Rafael Hidalgo, quien estuvo bajo su égida en el Departamento América: «Fue mucho más que un creador en el arte de la “conspiración revolucionaria”; dicho de otro modo, en el arte de saber actuar con principios éticos, en silencio y desde la modestia que caracteriza a los que asumen el anonimato como opción de vida para servir a su Patria de nacimiento, Cuba, o para honrar la idea martiana de que Patria es Humanidad. Actuó siempre, en consecuencia, como un fidelista y un martiano a la hora de proyectar su accionar internacionalista a favor de las causas revolucionarias».
Piñeiro, el comandante Barbarroja, no solía comparecer ante audiencias públicas, ni pronunciar discursos, ni conceder entrevistas de prensa. De ahí la importancia de actualizar su memoria. Fruto de ese empeño son estas palabras pronunciadas por él en un acto del Minint, rescatadas por el politólogo Luis Suárez: «Hoy no pueden evitar que, en un proceso indefectible, comunistas, socialistas, cristianos, militares, obreros, campesinos, estudiantes y patriotas todos, vean como imprescindible la unidad revolucionaria, táctica y estratégica, como precondición para la derrota del dominio imperialista y de sus aliados de clase, en nuestros países. El imperialismo tampoco podrá evitar la revolución socialista: única alternativa válida para solucionar los graves problemas de nuestras naciones subdesarrolladas». Dichas en 1974 conservan absoluta vigencia.