consolidando la Revolución».
Díaz-Canel hizo referencia a «la construcción socialista que para nosotros es alcanzar la mayor justicia social posible, desde un planteamiento anti hegemónico, anticapitalista, contrario a la lógica del capital, que dé inclusión, que sea cada vez más democrático, que sea cada vez más participativo, en función de los jóvenes». Y habló «que ustedes, como jóvenes en Cuba, sientan que pueden tener un proyecto de vida, donde son perfectamente compatibles los intereses sociales, los intereses de nación, los intereses de país, con los intereses, con las motivaciones individuales».
Para construir eso —reflexionó— «tenemos que estar constantemente en diálogo». Y disertó entonces sobre el Código de las Familias, un Código hecho para los jóvenes, el cual «está tratando de ser lo más inclusivo, lo más democrático, lo más humanista posible».
Varias interrogantes planteó el dignatario: Cuando estamos tratando de impulsar la ciencia y la innovación, y estamos tratando de crear desde la gestión de Gobierno una cultura de innovación, donde haya un pensamiento que siempre acuda a la investigación científica para solucionar los problemas: ¿quiénes son los que mejor pueden defender la ciencia y la innovación en el país?; cuando estamos defendiendo un proyecto, primero de informatización de la sociedad para llevarlo ahora a una transformación digital de la sociedad, ¿en quiénes estamos pensando? ¿Quiénes pueden ser la vanguardia en esos procesos?: ustedes, los jóvenes, afirmó el mandatario.

Foto: Estudios Revolución
«Cuando estamos hablando también de perfeccionar la comunicación social a nivel de país, que nos aprendamos a comunicar, que podamos aprovechar también las tendencias modernas de las tecnologías de la informática y la comunicación para crear redes realmente sociales y no digitales como las que hay ahora, donde hay mucha perversidad, (…)¿en quiénes estamos pensando?»
Su respuesta volvió a ser: «ustedes, los jóvenes». Y así fue el cierre para el siguiente planteamiento: para fomentar el pensamiento crítico y no acrítico, para poder discernir en toda esa avalancha de propaganda, ¿en quiénes estamos pensando?
Sobre un asunto como el de las pruebas de ingreso a la Educación Superior —el cual motivó varias intervenciones y que resultó ser, como valoró el Presidente, «el más polémico»—, Díaz-Canel propuso al estudiantado: «hágannos llegar a través del presidente (de la FEEM), a través del Secretariado Nacional, no solo el problema, sino también cómo ustedes creen que se puede resolver el problema».
«Nosotros —añadió— no estamos aferrados a ninguna idea en particular, pero sí hemos estado analizando sistemáticamente muchos modelos que se han tenido. Como les dije, todos son incompletos, todos tienen virtudes y defectos, pero yo creo que con el talento que tienen ustedes, y con la experiencia que puedan tener otras personas que se han dedicado a esto, podamos perfeccionar el sistema».
Hacia el final de sus palabras, el mandatario expresó: «Yo lo único que sí les pido a ustedes, es que nunca apoyen una solución que sea conformista, o que sea de mediocridad. Ustedes siempre sean exigentes de la calidad, sean exigentes del saber, sean exigentes de la formación integral, de que uno tiene que aspirar a tener el mayor conocimiento posible».
Los problemas que van a enfrentar como generación son tan diversos, son tan complejos, que nunca se resuelven con una sola visión desde ningún saber, enfatizó a los estudiantes el Jefe de Estado; y a ellos, les propuso: «Yo creo que cada dos meses podríamos vernos».
Díaz-Canel y los jóvenes se despidieron no sin antes dejar testimonio gráfico de las cercanías. Y mientras sonaban los obturadores, un aguacero intenso se hizo sentir tras los cristales del Palacio de la Revolución. Era una lluvia que hacía pensar en la esperanza, en la confluencia —salvadora para la Cuba de hoy— de los padres con sus hijos.



