Al compañero Michael Manley tuve el privilegio de conocerlo a raíz de nuestra visita a la Conferencia de Países No Alineados de Argelia. En aquella ocasión viajamos en el mismo avión. Y mientras cruzábamos el Atlántico, tuvimos oportunidad de desarrollar nuestra amistad y conversar mucho sobre cuestiones de interés común a nuestros dos países, y de brindarnos información acerca de nuestros pueblos y nuestras patrias.
En esa ocasión, tuve oportunidad de conocer las extraordinarias calidades humanas y políticas del Primer Ministro de Jamaica, su pensamiento profundo, su gran preocupación por el bienestar y la felicidad de su pueblo, su certera visión sobre los problemas internacionales, y sobre todo nos impresionó su calidad humana, su honestidad, su sencillez, su modestia.
En Argelia, la delegación de Jamaica, presidida por Manley, tuvo un papel destacado y una posición correcta sobre los problemas fundamentales.
Los hombres se conocen por sus gestos y por sus actitudes en la vida revolucionaria. Tal fue la actitud del Primer Ministro de Jamaica ante muchas circunstancias diferentes. En primer lugar, desde que ascendió al Gobierno con el apoyo abrumadoramente mayoritario de su pueblo, manifestó la decisión de luchar por las relaciones diplomáticas y económicas con Cuba; y, en unión de otros países del Caribe, dio este paso valiente al frente.
Como ustedes saben, son países pequeños, de economías débiles, pero que no están acostumbrados a acatar las órdenes del imperialismo yanqui. Sin importarles las presiones diplomáticas, económicas y políticas, establecieron las relaciones con Cuba porque era una cuestión justa, una cuestión de honor para sus países.
Cuando lo invitamos a viajar en el mismo avión a Argelia, Manley no tuvo ninguna vacilación; no se puso a pensar y a meditar si los norteamericanos se disgustarían por el hecho de que él viajara en el mismo avión que yo. Siempre recordaré con mucho agrado ese viaje, porque fue la oportunidad de iniciar una amistad, que estamos seguros será larga y duradera, firme y sincera.
Cuando lo invitamos a visitar nuestro país, tampoco vaciló, y aquí está entre nosotros. Cuando recientemente se reunieron en Jamaica los representantes de los antiguos países de la Comunidad británica, el compañero Manley propuso una moción de condena al bloqueo económico contra Cuba que fue aprobada.
Esos son hechos que demuestran una posición valiente, una política justa.
Pero no se limitó a trabajar en estos aspectos el Primer Ministro de Jamaica, sino también ha sido paladín del desarrollo de las relaciones entre nuestros dos países. Numerosas delegaciones del Gobierno y del Partido gobernante de Jamaica han visitado a nuestro país; numerosas delegaciones cubanas han estado en Jamaica, y siempre han sido extraordinariamente atendidas por el Gobierno de Jamaica, por los dirigentes del Partido de Jamaica y en especial por el compañero Manley.
Así se han ido profundizando y estrechando los vínculos entre nuestros dos pueblos. Dos pueblos que tienen muchas raíces comunes, dos pueblos que tienen muchas cosas comunes en la historia, dos pueblos que tienen muchos intereses comunes y que tienen tareas comunes, dos pueblos, además, vecinos. Los jamaicanos son nuestros más próximos vecinos del sur, y como ustedes saben tenemos vecinos en el norte, pero es muy agradable tener también vecinos en el sur, sobre todo vecinos amistosos.
Nuestro aprecio por el compañero Michael Manley no procede solo de su actitud tan amistosa hacia nuestro país, sino también de nuestro reconocimiento al extraordinario esfuerzo que él realiza por el bienestar de su pueblo, por consolidar la independencia de su país, por lograr el control del desarrollo económico de Jamaica, el control de los recursos naturales de su país, los cambios en las estructuras y la revolución en la educación.
(Discurso pronunciado en un acto de masas en la comunidad de Alamar, en La Habana, con motivo de la visita de una delegación de Jamaica, encabezada por Michael Manley, el 12 de julio de 1975)