Fidel, el Che y el 26 de Julio: símbolos imprescindibles
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Los procesos históricos, sobre todo si tienen raíces y objetivos revolucionarios de carácter socialista, necesitan rostros que los encarnen y que simbolicen las demandas y las esperanzas de mayor significado para la sociedad.
Este es el caso de Fidel y del Che en la Revolución Cubana. Ambos forjaron una de las más hermosas y aleccionadoras relaciones de amistad de la historia contemporánea.
En vísperas del aniversario 72 del asalto a los cuarteles Moncada, de Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo, el 26 de julio de 1953, y a pocas semanas del cumpleaños 99 de Fidel, estos apuntes mínimos recogen el modo en que el Che ponderó la figura de Fidel y el significado histórico del 26 de julio de 1953, a partir de su perspectiva política revolucionaria de base marxista y humanista. Y, lo que es inevitable, cómo Fidel lo valoró a él.
CONVERGENCIA DE GIGANTES
Transcurre el año 1954. El joven Ernesto Guevara, que aprovecha la estancia en Guatemala para profundizar sus lecturas sobre filosofía, marxismo y otras materias fundamentales para entender el mundo y contribuir a cambiarlo, conoce a varios emigrados cubanos que habían sido asaltantes de los mencionados cuarteles. Entre ellos simpatiza, de manera especial, con Antonio (Ñico) López. Accede, por esta vía, a lo sucedido en Santiago de Cuba y Bayamo, y recibe las primeras informaciones sobre Fidel Castro. Se puede deducir en qué términos se aproxima a Cuba y al que será su líder histórico.
La derrota de la Revolución Guatemalteca, el segundo semestre de 1954, a partir del plan urdido por la cia con apoyo de la oea y de los gobiernos vasallos de Centroamérica, anticipa la decisión de Ernesto de ir a México. Allí, en junio de 1955, se reencuentra con Ñico López, luego conoce a Raúl Castro y este le posibilita, días después de la llegada de Fidel a la capital mexicana, el histórico encuentro en la casa de María Antonia, donde tras horas de intenso diálogo, él termina siendo uno de los primeros expedicionarios del Granma.
Su primer encuentro con Fidel, a mediados de julio de 1955, Ernesto lo refleja así: «Un acontecimiento político es haber conocido a Fidel Castro, el revolucionario cubano, muchacho joven, inteligente, muy seguro de sí mismo y de extraordinaria audacia; creo que simpatizamos mutuamente…».
Años después, en una conocida entrevista a Gianni Miná, Fidel aporta elementos que revelan cómo percibió a su interlocutor desde el inicio:
«Él ya tenía una buena formación revolucionaria, una buena formación marxista, era muy estudioso. Se había graduado de médico, hacía investigaciones, era muy riguroso en el estudio de las cuestiones del marxismo».
En aquella primera reunión entre Fidel y Ernesto se produjo –vistos los hechos posteriores– una convergencia con valor histórico de dos hombres de amplísima cultura humanista, muy superior a la media de la época; convencidos, por igual, de que la guerra revolucionaria era la opción que las clases dominantes y el imperialismo habían dejado a los pueblos; dueños de lógicas de pensamiento que les permitían anticipar escenarios con la habilidad propia de los estrategas que saben ser, a su vez, tácticos eficientes; y quizá lo más importante para todos los tiempos: hombres con un sentido acerado de los valores morales y los principios éticos, así como de la importancia crucial de la conciencia y del protagonismo del pueblo en los procesos de cambio revolucionario.
En un momento de los preparativos, una parte de los futuros expedicionarios del Granma termina en prisión. Luego de la liberación del grupo, queda en la cárcel el que ya era el Che para los cubanos. Fidel le visita y escucha con atención sus propuestas, todas orientadas a no ser obstáculo para la misión mayor. En este momento de tensión la ética fidelista se impone. Le dice tajante: «yo no te abandono».
Días después, el 7 de julio de 1956, el Che escribe Rapsodia a Fidel, síntesis de admiración y respeto, que solo crecerán con el tiempo, como él mismo lo revelará de forma recurrente. Este trecho de la Rapsodia ilustra lo expresado y más: Vámonos, / ardiente profeta de la aurora / por recónditos senderos inalámbricos / a liberar el verde caimán que tanto amas.
El 25 de noviembre parte el Granma para Cuba. Será aquí, en el caimán rebelde que lo acogió como a un hijo, donde se perfeccionará como «un revolucionario auténtico».
El desarrollo de la guerra revolucionaria y el complejo proceso político para alcanzar el poder, favorecen una identificación mayor entre Fidel y Che. Esta identidad se multiplica y consolida aún más en la etapa de la Revolución en el poder. El Che se transforma para el máximo líder cubano en un interlocutor imprescindible para el examen de los asuntos y las decisiones de mayor trascendencia, desde la redacción de la Ley de Reforma Agraria, hasta delicadas conversaciones con los soviéticos en temas cruciales para la economía y la defensa del país, para solo citar dos ejemplos entre muchos.
FIDEL PARA EL CHE
Dos artículos y una carta del Che a Fidel condensan cómo percibía, ya en los marcos de la Revolución en el poder, al joven audaz y seguro de sí mismo que había conocido en México, cuatro años antes.
El primer artículo, América desde el balcón afroasiático, refleja sus impresiones tras presidir una delegación por diez países afroasiáticos integrantes del Pacto de Bandung, un periplo orientado por Fidel para ampliar las relaciones internacionales de Cuba y a dar contenido a su temprana vocación tercermundista. Aquí escribe:
«América toma forma y se concreta. América, que quiere decir Cuba; Cuba, que quiere decir Fidel Castro (un hombre representando un continente con el sólo pedestal de sus barbas guerrilleras)».
Quien interrelacione superficialmente estas afirmaciones con el contenido de la Rapsodia a Fidel, podría atribuir al Che una admiración a partir de componentes esencialmente emotivos, pero su posición estaba determinada por razonamientos de mayor densidad que no excluían la admiración habitual por el jefe que consideraba excepcional. Así lo consigna, con detalles elocuentes, en Cuba, ¿excepción histórica o vanguardia de la lucha anticolonialista?
«…Tiene las características de gran conductor, que sumadas a sus dotes personales de audacia, fuerza y valor, y a su extraordinario afán de auscultar siempre la voluntad del pueblo, le ha llevado al lugar de honor que hoy ocupa. Pero tiene otras cualidades importantes, como su capacidad para asimilar los conocimientos y las experiencias, para comprender todo el conjunto de una situación sin perder de vista los detalles, su fe inmensa en el futuro, y su amplitud de visión para prevenir los acontecimientos y anticiparse a los hechos, viendo más lejos y mejor que sus compañeros…».
La Carta de Despedida, leída por Fidel el 3 de octubre de 1965, contiene estas afirmaciones que tornan innecesario cualquier comentario:
«Mi única falta de alguna gravedad es no haber confiado más en ti desde los primeros momentos de la Sierra Maestra y no haber comprendido con suficiente claridad tus cualidades de conductor y de revolucionario.» (Fidel consideró esta autocrítica del Che como «un exceso de honradez»).
EL 26 DE JULIO: SIGNIFICADOS QUE INTERPELAN
Sobre lo sucedido el 26 de julio, el Che hace dos referencias principales que es oportuno evocar. Una, en El socialismo y el hombre en Cuba. La otra, desde la selva boliviana.
En el primer texto describe lo sucedido en el ámbito estrictamente militar, pero subraya esta idea con valor simbólico a nivel político: «los sobrevivientes fueron a parar a la cárcel, para reiniciar, luego de ser amnistiados, la lucha revolucionaria». Esta opción de remarcar la decisión de lucha está presente en todos sus enfoques, en cualquier circunstancia y ante cualquier revés: otro punto de sintonía con el pensamiento político de Fidel.
El 26 de julio de 1967, el significado histórico de esta fecha aparece así en su Diario en Bolivia: «Por la noche di una pequeña charla sobre el significado del 26 de julio; rebelión contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios…».
El Che sintetiza uno de los rasgos definitorios del máximo liderazgo revolucionario cubano y de Fidel en particular: la defensa de un pensamiento político propio y de raíz martiana. En consecuencia, de «raigambre nacional y anchura universal», como se afirma en El Moncada, preludio de una nueva era…; contrario a la aceptación acrítica de experiencias y esquemas de actuación importados.
El 26 de Julio fue para él, en esencia, una confirmación inequívoca de la visión creadora, antidogmática e independiente de Fidel, imprescindible para el presente cubano: tres atributos que nos interpelan e iluminan para seguir adelante, y recrear los nuevos asaltos contra todo cuanto entorpezca o debilite el proyecto de liberación plena de nuestro pueblo, y su marcha hacia el socialismo.