En Cuba nada hay más importante que un niño
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Sádico, por su crueldad refinada, la cual ejecuta con placer; sarcástico, porque se burla y porque ofende con ironía mordaz; y criminal, pues cercena las nobles aspiraciones de los primeros años de vida.
Cualquier calificativo quedaría enano para la nueva felonía del Gobierno de Estados Unidos contra Cuba, contra su movimiento deportivo. A las 82 personas –atletas, entrenadores o directivos– que, en lo que va de 2025, le han impedido representar a su país, se suma, de la manera más despiadada, la negativa a que niñas entre nueve y diez años, campeonas nacionales, puedan intervenir en el torneo clasificatorio a la Serie Mundial de las Pequeñas Ligas de Softbol, en Puerto Rico.
A esas niñitas les han robado su sueño, incluso hasta han jugado con su inocencia; porque ese Gobierno, cuya Embajada en La Habana no ha otorgado, en el transcurso de este año, ninguna de las visas solicitadas por el deporte cubano, a ellas sí se las extendió. Pero no lo hizo así con sus profesores.
¿Acaso cree la administración estadounidense que Cuba dejaría solas a esas 14 infantas? Tal vez en su histeria o paranoia anticubana creyó en que el Gobierno de la Mayor de las Antillas las enviaría, como en aquella farsa de 1960, cuando Estados Unidos manipuló los sentimientos de padres e hijos, y forzó una migración infantil, bajo la mentira, que siempre ha sido su principal arma, conocida como Peter Pan.
¿Cómo se puede jugar así con los sentimientos de los niños? ¿Qué crueldad tan grande habita en quienes deciden similar aberración?
«¿Cómo explicarles a niñas de nueve y diez años de La Palma, Pinar del Río, que, tras tanto esfuerzo, la política mezquina de Estados Unidos les arrebató el sueño de jugar en la Serie Mundial de Pequeñas Ligas?, cuestionó en x el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez. Agregó que «no es solo un golpe al deporte, es robarle la ilusión».
La decisión de la Casa Blanca pone al descubierto, una vez más, que la hostil política de los gobiernos de Estados Unidos es contra el pueblo cubano, incluyendo sus niños.
Aunque enajenante, no asombra esa postura. De todas las naciones miembros de la ONU, una sola no ha ratificado la Convención de los Derechos del Niño, que fue, en noviembre de 1989, el primer Tratado que reconoció que los niños y adolescentes tienen derechos propios. Estados Unidos es el único país que no ha firmado ese acuerdo, el cual, con 196 adhesiones, es el compromiso de derechos humanos más ampliamente ratificado de la historia.
Las niñitas cubanas a las que hoy se les ultrajan sus derechos son de la misma provincia de un gigante como Mijaín López. A lo mejor hasta eso le asusta al temeroso imperio, porque un ejemplo como el del pentacampeón olímpico, en los uniformes de ellas, y con el nombre de Cuba es una cuota de dignidad tan grande que es imposible de ocultar.
Ellas seguirán desarrollándose en el deporte, llegarán a ser campeonas, como lo son hoy de Cuba en su categoría, y continuarán creciendo bajo la prédica del Comandante en Jefe de que en Cuba «nada hay más importante que un niño».