Elián sigue en el corazón del pueblo
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«Vivo con el compromiso de seguir mereciendo el orgullo del pueblo que me acogió como suyo».
Así lo dijo Elián González Brotons –el niño de siempre, aunque ya suma 31 años–, en el espacio Con luz propia, del Centro Fidel Castro Ruz, realizado con motivo del aniversario 25 de su regreso a Cuba, tras una campaña para salvarlo de las garras del odio en Estados Unidos. Había llegado allí, luego del naufragio de la embarcación involucrada en una salida ilegal de la Isla.
Su padre Juan Miguel González, rememoró Elián, conversó el 2 de diciembre de 1999 con Fidel Castro y, frente a la propuesta de unirse con el hijo en ee. uu., mostró la determinación de traerlo, consciente de las dificultades para lograrlo.
«En Miami me retrataron al Comandante como un demonio, pero mi progenitor expresaba cuánto le agradecía cuando me acompañó allá. El líder de la Revolución me enviaba casetes con muñequitos cubanos y otros detalles, no podía ser tan malo».
Aún con reticencias y algún temor, sembrado por quienes trataron de envenenar su mente, recibió el primer abrazo de Fidel, impresionado por su figura: «saludó a todos mis familiares como un amigo, me dejó para el final, y me obsequió bombones y un ejemplar de La Edad de Oro. Eso me ayudó a borrar la distancia, aprecié el niño que lo habitaba.
«Nos visitaba en las tardes, aprendí poco a poco su historia y comprendí el privilegio de conocerlo, aunque mi papá me ponía los pies en el suelo y me recordaba que yo era uno más. Ante la proximidad de mis cumpleaños y otras fechas significativas, preguntaba si Fidel vendría, no pedía más. Y cuando asistía a mis graduaciones, me trazaba la meta de entregarme al máximo para satisfacerlo.
«El 2 de agosto de 2010 me abrió su casa. Pronto comenzaría mi duodécimo grado y estaba indeciso en cuanto a la elección de mi carrera. Abordé ese tema, pero él se abstuvo de opinar, pues ya me creía con madurez suficiente para escoger; deseaba que me
desempeñara en alguna profesión».
Elián evocó a ese inmenso amigo como un padre juguetón, dispuesto a participar en cualquier actividad en el hogar. Considera, como las claves de su estatura, el humanismo, la sensibilidad, y el tesón para mantener sus batallas.
«Guardaba hacia él un respeto y una admiración tan grandes que siempre me paralizaba. En ocasiones, las circunstancias nos impedían dialogar, pero nos abrazábamos tan fuerte que nos decíamos tanto».
Coincidieron por última vez en la gala por el aniversario 90 del nacimiento del líder, celebrada en el teatro Karl Marx, en 2016. Quería saludarlo. ¡Cuánto hubiera cambiado por un segundo para besarlo, a meses de su partida!
Elián siente ante su hija Eliz un amor por lo pequeño, como cuando ya había vuelto; pero necesitaba estar en Cárdenas, Matanzas. Le habla de Fidel como un abuelo cercano; más adelante le relatará sus hazañas, y le enseñará que su gran familia son los pueblos.
«Me faltan las palabras para describir el agradecimiento hacia él por devolverme y preservar mi inocencia y mi estabilidad emocional. Por ejemplo, durante muchos años me protegió de las entrevistas, garantizó mi retorno a la misma escuela, con mis compañeros, a mi municipio. Pude construir una vida y me llevó hasta cada hogar para contar con ese cariño también como un regalo».