Cuando una madre cubana se sacrifica por las madres venezolanas
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El avión despegó y un nudo le apretaba la garganta mientras evoca la figura de un hijo que minutos antes le había despedido. Tenía 27 años y, hasta ese momento, la separación entre ella y la familia se limitaba a unos pocos días; pero esta vez sería muy diferente.
Pensó en cumpleaños que no podría celebrar, cenas donde su mera presencia constituiría una evocación, cubiertos vacíos al final de la mesa, risas, abrazos y llantos que se diluirían en la nada de una ausencia prologada.
Pensó y pensó hasta que el alma se le achicó en átomos de luna, entonces una idea la hizo sobreponerse: como madre al fin allanaría el camino de la vida para los nuevos retoños; iría de casa en casa asistiendo a los más necesitados.
Con tales elucubraciones aterrizó en Venezuela la doctora Isiliurkis Milián Cantillo en febrero de 2017: “Llegué aquí como médico de comunidad y te confieso que fue muy difícil dejar a la familia, a mi hijo. Sin embargo, cuando vi la humildad de este pueblo me sobrepuse enseguida y me entregué al trabajo”, cuenta emocionada.
Tenía dudas como cualquier ser humano, temores ante el desafío que significaba enfrentarse a la cultura de un país diferente en cuerpo; pero no en alma -si me permiten la expresión-.
La entusiasmaba la idea salir del centro hospitalario para llegar hasta los rincones más apartados de las comunidades. Caminar en pos del equilibrio y el bienestar ciudadano, se dice a sí misma.
“La acogida en la población fue magnifica, tenemos culturas diferentes, pero nos aceptaron porque sabían que se trataba de un médico cubano y ellos llevan luz al pueblo, se ocupan con la mayor profesionalidad de las consultas y terrenos”, explica la santiaguera.
De la experiencia, Isiliurkis recuerda las visitas a los enfermos postrados y a las gestantes cuyo parto peligraba porque sencillamente no podían trasladarse hasta un centro de salud. A todos les llevó la sonrisa y la mano amiga. Usted que me lee pensará: “medicina cubana por todos y para el bien de todos”. Yo le agregaría: corazón cubano por todos y para el bien de la humanidad.
“Nosotros llegamos hasta las comunidades más apartadas, los examinamos, y sin importar los recursos financieros, su procedencia, o la lejanía de las grandes ciudades, los diagnosticamos gratuitamente y les indicamos el tratamiento”, prosigue.
“Ciudadela de Sucre” es el nombre del modesto consultorio popular en Caracas, desde donde la doctora atiende a un universo poblacional que supera las 2000 personas.
En todo este tiempo la ha caracterizado el diagnóstico oportuno de enfermedades crónicas no trasmisibles como la diabetes, el asma bronquial y la obesidad. A partir de ahí el seguimiento clínico de las patologías le ocupa el día a día.
La presencia de Cubadebate en la comunidad suscita curiosidad, así que la venezolana Maritza Isabel Guzmán, paciente de la galena, se acerca y sin pensarlo dos veces me pide hablar para Cuba y para el mundo: “Quiero que todos sepan que la doctora, al igual que el resto de los especialistas cubanos tienen un trato excelente para con este pueblo, sobre todo con los niños. Aquí la queremos mucho por su carisma y cariño, estamos muy contentos con su presencia”.

