Ciro Redondo, un héroe comandando todavía
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«Por el perenne sendero de la historia, el que solo cubren los elegidos, se va Ciro Redondo, amigo sin par, revolucionario sin tacha».
Así escribió el Che del entrañable combatiente, Ciro Redondo García, luego de su muerte en el combate de Mar Verde, el 29 de noviembre de 1957. Al informar a Fidel, le detalló: «Murió de un balazo en la cabeza, peleando al frente de la gente con una actitud realmente heroica».
Madera de héroe tenía, y cualidades de líder, encarnación misma del arrojo y la valentía en cada acción combativa en que estuvo, durante ese tan difícil primer año en que fraguó el Ejército Rebelde.
Tanto su ejemplaridad como el derroche de valor tenían raíces. No había virtudes fortuitas, pues la actitud del artemiseño llevó las claves de su convicción, forjada en el crisol del haber sido parte de los hitos de la Revolución naciente: el Moncada, la prisión, el exilio, el Granma, la maduración del núcleo guerrillero...
A 65 años de la nefasta caída en combate del joven combatiente, ayer volvió el pueblo de su patria chica al altar donde reposa, en el Mausoleo a los Mártires de Artemisa. Fue el tributo, también, de su hermano Sergio, y del querido compañero de armas, el Comandante de la Revolución Ramiro Valdés Menéndez, Héroe de la República y vice primer ministro, a quien acompañó, en el homenaje, Gladys Martínez Verdecia, miembro del Buró Político y primera secretaria del Partido en la provincia occidental.
Ciro Redondo García murió temprano, demasiado, para todo lo que tenía que dar, que enseñar, que conducir. Lo sabía el Che, quien luego condujo, al frente de una columna con su nombre, la expansión de la guerra hacia Occidente. Lo sabía también Fidel, que un día después de la muerte, lo ascendió a Comandante.
Así quedó en la historia Ciro Redondo: héroe, ejemplo, comandando.