Cuando los cruceros no llegan: Una lección de democracia.
- Cuando los cruceros no llegan: Una lección de democracia.

Ochocientos mil es un número grande y si se trata de personas puede ser la cantidad de habitantes de una ciudad y hasta de un país, o la cifra de miembros de un movimiento social o político. Es de esperar que en una democracia, que se cancele abruptamente, por decisión unipersonal de un gobernante, algo que ochocientas mil personas se habían propuesto hacer, debería generar encendidas protestas en las calles y largos debates en los medios de comunicación y en el parlamento.
Pero si, además, es un secreto a voces que esa decisión unipersonal es el fruto de cabildeos en los que se complace a unos pocos políticos para obtener de ellos apoyo en un distrito que se juzga decisivo para una elección presidencial entonces en esa democracia modelo debería, como dice una antigua frase, “arder Troya”.
Sin embargo, debido a una decisión del presidente Donald Trump, ochocientos mil ciudadanos estadounidenses han perdido sus reservas para viajar como cruceristas a Cuba y todos felices.
¿Protestas de los afectados? Ninguna. ¿Debates en el Congreso federal? Ninguno. ¿Editoriales de los periódicos? Mucho menos.
Cuando el gobierno cubano puso un límite de precios a los transportistas privados para garantizar la accesibilidad de ese servicio y eso provocó desacuerdos entre choferes y dueños, muchos medios de comunicación estadounidenses siguieron día a día el tema, hablando de “protestas” y “huelgas” pero resulta que ahora que son sus ciudadanos los afectados, incluyendo los propietarios de 17 compañías, con 25 barcos, no ha sido lo mismo.
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