Lo que nadie imaginaría, él lo hizo posible
- Lo que nadie imaginaría, él lo hizo posible
Autor: Orfilio Peláez.
Apenas un año después del triunfo de la Revolución, el Comandante en Jefe Fidel Castro hizo un pronunciamiento público que adquirió notable relevancia por tratarse de una audaz proyección estratégica sobre el papel que desempeñarían la ciencia y la técnica en el desarrollo del país.
En el acto por el XX aniversario de la Sociedad Espeleológica, celebrado el 15 de enero de 1960, el máximo líder del proceso revolucionario dijo con énfasis: «El futuro de nuestra Patria tiene que ser necesariamente un futuro de hombres de ciencia, de hombres de pensamiento, porque precisamente es lo que más estamos sembrando, lo que más estamos sembrando son oportunidades a la inteligencia».
La profética frase fue enunciada cuando en el país había más de un 20 % de analfabetos, existían pocos centros de investigación, comenzaba el éxodo de profesionales hacia el exterior, y el número de profesores y maestros distaba mucho de poder respaldar aquel propósito que no pocos consideraban inalcanzable. De manera simultánea arreciaba la política hostil del Gobierno de Estados Unidos en todas las esferas.
Solo un hombre con la visión de Fidel, empeñado en mirar el mañana como algo inmediato, dotado de una ilimitada confianza en las posibilidades del ser humano, y plenamente convencido de que sin el dominio de la ciencia era imposible aspirar al progreso económico y social, podía colocar al sector entre las prioridades del gobierno revolucionario, en medio de tan desfavorable contexto.
Para avanzar en esa dirección primero gestó la campaña de alfabetización masiva de la población e impulsó la transformación del sistema educacional cubano, como premisa indispensable de poder lograr tan loable empeño.
Concibió la fundación del Centro Nacional de Investigaciones Científicas (cnic) el 1ro. de julio de 1965, con la finalidad de promover la formación de especialistas de alto nivel, en particular en las ciencias naturales, biomédicas, tecnológicas y agropecuarias.
Bajo su guía, la entidad también sentó las bases para organizar el sistema de grados científicos en Cuba, junto con ser el escenario de la defensa de los primeros doctorados en Ciencias vinculados a temáticas de particular interés para la nación.
También condujo la creación de nuevos centros investigativos con énfasis en el estudio de los recursos naturales, el mejoramiento de cultivos agrícolas de interés y para desarrollar a gran escala la introducción y gestación de nuevas razas productoras de leche y carne porcina y bovina (era un ferviente lector de libros de ganadería).
La multiplicación de instituciones y la formación masiva de especialistas en las más disímiles ramas del conocimiento, marcaron el comienzo de la colosal obra que hoy es la ciencia cubana, parte indispensable de nuestro patrimonio cultural.
Casi ninguna disciplina quedó ajena a los desvelos del Comandante en Jefe. Poco se conoce, por ejemplo, de que fue el promotor de las aplicaciones de la meteorología en la agricultura y de crear una red pluviométrica capaz de cubrir todo el archipiélago para conocer con mayor precisión la distribución espacial y estacional de las precipitaciones, poniendo esos datos en función de los nuevos planes agrícolas en marcha. Igualmente, prestó particular interés a la instalación de los primeros radares meteorológicos en Cuba.
A partir de las amargas experiencias dejadas por el azote del huracán Flora al oriente cubano, en octubre de 1963, priorizó la construcción de obras hidráulicas con la finalidad de evitar la repetición de inundaciones de gran magnitud como las ocurridas durante aquella contingencia, y asegurar el agua destinada al consumo humano y al desarrollo de la ganadería, la industria y la agricultura, en periodos de marcada sequía. Ver más en periódico Granma Digital.

