Los 206 años de un contemporáneo
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Siempre es un buen día para recordar al Moro, al fiel compañero de Engels, al descendiente de judío, al gran aguafiestas, como lo definiera la cubana Paquita de Armas, porque les «aguó la fiesta a los burgueses», porque fue él quien les mostró a los obreros un concepto inherente a los suyos, el primero en decir que «el motor de la historia es la lucha de clases». A partir de sus postulados el mundo cambió. Él, como otros tantos, no vivió para verlo. Sus ideas fueron la base teórica de las grandes revoluciones del siglo xx.
Carlos Marx fue más que Filosofía o Economía Política, fue más que pensamiento, y también tuvo tiempo para amar y escribir de pasiones: «Si amas sin despertar amor, esto es, si tu amor, en cuanto amor, no produce amor recíproco; si mediante una exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu amor es impotente, una desgracia». Y es que no era un extraterrestre, era un ser humano, un hombre que se adelantó a su época, tanto que aún no hemos alcanzado el horizonte que él nos legó.
Explicar, 206 años después de su nacimiento, que Carlos y el marxismo siguen teniendo actualidad, se vuelve para muchos complicado. Hacerlo cuando el socialismo es presentado por los poderosos como un modelo fracasado y al comunismo lo tildan de utopía, pareciera imposible. Es de quijotes, entonces, creer que lo que habló aquel hombre barbudo de mitad del siglo xix es la salvación del mundo dos centurias después. Pero de eso se trata cuando se es comunista: de ser realistas y soñar con lo que pudiera parecer imposible.