El concepto de patria no admite naufragio
- Noticias
- El concepto de patria no admite naufragio

Para mí la historia es la memoria de las cosas. Una persona sin memoria es una víctima, un pueblo sin memoria es una fatalidad, jamás encuentra su camino. Hay quienes preguntan hoy si podrá preservarse o no la nación cubana, si nos alejamos de una sociedad soñada (…) Yo no sé qué hubiera pasado si a estos cubanos que tienen tantas dudas, les hubiese tocado vivir en los tiempos violentos de Martí o Céspedes.
En el momento de Céspedes sobrevino un enorme rompimiento. Subvertir aquel orden basado en la esclavitud, el ejército y la religión católica; defender ideas liberales y laicas frente a la férrea dominación de la Iglesia, como poder sustentador del orden colonial, era un desafío insólito. Los que tuvieron valor para enfrentarlo conscientemente fueron brillantes. De ahí mi culto personal por Céspedes. El segundo momento es el de Martí, porque no se había logrado la victoria en 1868. Por tanto, predominaba un sabor amargo, un sentimiento de culpa. La discrepancia y el antagonismo que no parecían resolverse encontraron solución en un hombre como Martí. No voy a decir que Céspedes fue un hombre conciliador, sino de entusiasmo, de confianza, de voluntad de hacer, con un carácter impositivo tremendo, como el de Martí, que no era una mansa paloma. Esa voluntad de que tenía una idea, un mensaje, algo que hacer, fue lo que atrajo sobre él el dictado de Apóstol. Así tenemos a un hombre tan completo y pleno como Martí, que cumplía los requisitos del cubano, poseedor de una misteriosa y amplísima espiritualidad, con un discurso rico, maravilloso, que llegaba a todo el mundo y que todos podían interpretar, pero no todos lograban descifrar. Alguien que luchó por la unión de la nación cubana, saltando por encima de las llagas abiertas de la esclavitud y aun por encima de una cosa mucho más temeraria: la unión improbable entre cubanos y españoles, entre las partes buenas y más sanas de ambas sociedades.
En este tiempo que nos tocó vivir, que es el mejor porque es el nuestro, debemos sumar las experiencias de esos procesos anteriores. A pesar de las dificultades, desafíos, confrontaciones, incógnitas, pienso que estamos mejor preparados que entonces, porque se ha dicho con razón que en aquel momento luchaban por algo que era una quimera: la nación, la patria, esa palabra que ha perdido valor para algunos, pero que para otros resplandece más que nunca. Patria era la poesía; eran los sufrimientos de nuestro pueblo, de la familia cubana; era la emigración, la lucha armada, el desaliento de lo perdido, el llanto inacabable por el sacrificio de tanta gente. Todo ese acontecer riquísimo sustenta hoy nuestro concepto de patria como algo más que una esperanza, porque ya es algo concreto: instituciones, familia, territorio… Todo eso forma el concepto de patria y también el sentido martiano: patria es humanidad. (…)
¿Qué fuerza vital, qué misterioso poder tiene este pueblo, esta causa y esta Revolución, que (…) después de haberse destrozado la Unión Soviética y los Estados socialistas del Este, Cuba, una y distinta, vive, sobrevive y se enfrenta al futuro? Nuestra Revolución no salió de la paz augusta del socialismo europeo; vivió en la agitación revolucionaria latinoamericana. Se luchó en este continente de una forma inconcebible, y Cuba estuvo presente en cualquier parte de la tierra donde se peleaba por el hombre. No solo con soldados, médicos, maestros… Si reuniéramos en tierra todos los enfermos que vinieron para buscar ayuda, los lisiados que fueron curados, los desesperanzados que recibieron aliento y con los que compartimos nuestro pan, pienso que estaríamos frente a una multitud inmensa, nunca antes vista, y esto clama al cielo por justicia. Por ello es inaceptable decir que la Revolución hizo justicia sin amor. ¡Qué juicio temerario, qué herejía! Estoy seguro de que el amor salva y que esa enorme obra de solidaridad hecha a nuestras expensas, nuestra inspiración natural y vocación, es el más grande monumento al amor. Cosas que hicimos y que no estaban en el esquema del Este ni en el de la lucha entre las dos grandes fuerzas confrontadas, nos han salvado. Solamente la espada, la voluntad, la fiereza, esa intensa fidelidad a la vocación humanista, solidaria y antimperialista.
UNA OBRA DE COMPROMISO SOCIAL
La característica fundamental de la obra de restauración del Centro Histórico de La Habana ha sido, sin lugar a duda, su intenso, sincero y verdadero compromiso social (…).
El hombre piensa como vive y vive como piensa. Es una interrelación armónica. Educas a un niño, le enseñas ciertos rasgos de pudor, le demuestras a una criatura que es toda materia, todo espíritu, le vas descubriendo esos resortes de persuasión y así actuará el resto de su vida (…) Cuando se le muestra una fuente que funciona primero irá enloquecido, se subirá, tratará de meterse en el agua… y después, lentamente, le irás persuadiendo de que es necesario contemplar, gozar y disfrutar. Si un árbol se cae y lo vuelves a plantar tantas veces como sea necesario, si hay paciencia para eso, entonces no cabe duda de que esa relación entre el objeto y la persona, entre el medio ambiente y la persona, se modificará y cambiará positivamente (…)
Hemos tratado de que sea una obra justa y que permita que un altísimo porciento de la familia autóctona del Centro Histórico viva aquí, mejorando las condiciones de vida, de seguridad, de iluminación, la habitabilidad, la vialidad, el tema del agua, que es tan tremendo. Y, sobre todo, hemos tratado de que una parte de nuestro esfuerzo y del que solicitamos a la cooperación internacional busque estos objetivos y puedan apoyarnos en la magna tarea de que cada escuela, cada centro social, cada lugar de reunión juvenil y expresión de la vida cotidiana se pueda realizar con la dignidad debida. Yo creo que ahí está la clave de nuestra obra.
CUANDO LA PATRIA ES UNA REALIDAD
La cubanía es un sentimiento que puede percibirse en cualquier ángulo de la Tierra donde uno enfoca el lado patrio, el lugar donde nació.
Yo siempre traté de jugar con estos tres elementos: una cosa es el país. Nuestro país es una tierra, es un espacio, es una isla. De hecho, nosotros a los chinos los tratábamos como paisanos, porque eran de un país. Los españoles también eran paisanos de distintos países o paisajes.
Luego está el concepto patria, que era un sueño, un poema, por el cual tanto se luchó.
Y el tercero, el Estado de derecho, los símbolos nacionales, la vida en común, respetando a cada cual en su espacio, pero unidos por una especie de convención o de acatado sentimiento de ser una nación (…)
El concepto de patria no admite naufragio, ¡no admite naufragio ni olvido! (…)
Dicen que el hombre, el ser humano, tiene una relación con la madre que excede todo. ¿Por qué? Porque es lo primero que aprende (…) ese es el vínculo misterioso. Y es lo mismo que tenemos con nuestra patria: sentimos un calor que nos viene de atrás, que nos viene del tiempo. Por eso es muy importante la memoria.
Cuando vuelvan a sentir como suyo y sientan como suyo el verso de Heredia, cuando sean como suyos esos sentimientos de amar las piedras mohosas del valle de Viñales, del Cauto precioso, como dijo Gómez, quien regresó a pesar de que no había nacido aquí: «¡Oh, Cauto; oh, Cauto, qué tiempo hace que no te veía!»; ese sentimiento de apropiación y de filiación. Entonces la patria es una realidad. (…)
Una vez una gran poeta –no Dulce María, sino su hermana Flor, poeta grande y poco conocida– me dijo esto: «Leal, busque en el Cementerio Chino de La Habana, que allí tiene una explicación muy importante para usted». Le dije: «Dígame, Flor, ¿de qué se trata?». Responde: «Que hay una tumba con una lápida que está en chino y en español, y dice lo siguiente: “Si el cielo de Cuba es tan azul como el de China, y las frutas de China son tan dulces como las de Cuba, ¿qué importa entonces morir en Cuba o en China?”».
¡La patria es donde se está moralmente, no físicamente!